187. El gato Turulato

.....Una tarde de junio, el Sol se despedía de unas palomitas que se daban piquitos en lo alto del cable telefónico. El reloj marcaba las dieciocho.
.....Puntualmente, el gato Turulato dio por terminada su siesta, abrió sus ojitos y maullando bajito, se comió su merienda de trocitos de pescado. Salió el michulo a recorrer el barrio y controlar el tránsito de la población ratonil. Caminaría patios, tapiales, techos, tejados y muchos lados. Iba balanceando su cuerpo gris de felino sobre sus blancas patitas. Recordaba a su gata Turuflaca que lo tenía a maltraer. Su corazón se le aceleró y lo aturdió. ¡Tenía que verla muy pronto! Quería invitarla a cenar unos deliciosos helados de crema de salmón.
.....Pero, como nunca faltan problemas en esta vida, vio que se acercaba una calamidad: el Sol desapareció de golpe y porrazo y todas las palomitas del barrio brillaron por su ausencia. El cielo se nubló, llegó una tormenta con truenos, relámpagos, rayos, centellas y un chaparrón descomunal. El gato enamorado quedó atrapado entre el varillar de la lluvia que lo dejó todo mojado. Se refugió bajo un laurel sin mucha suerte, entonces se volvió muy apurado y asustado al trotecito. Llamó a su dueña con un maullido lastimero, ella le abrió la puerta y le dijo:
.....—¡Qué barbaridad, Turulato! ¡Estás hecho sopa! ¡Me vas a ensuciar la casa! Espera que te seco las patas.
.....Él protestó, pero aceptó y luego, junto a la estufa, peinó su pelaje con su lengua rosada, acomodó sus bigotes, se lavó la cara gatuna y entrecerró sus ojazos verdes. Se acostó por un rato en el sillón y durmió sin parar soñando disparates.

.......................................................Turulín turulero.
.......................................................Este cuento se acabó ligero.

Marta Alicia Pereyra
Morteros, 07-07-06