Elementos necesarios:
Una idea a falta de musas* (o musos) en huelga de brazos caídos, papel, lápiz, goma, mate, PC.
Pasos a seguir:
1. Enterarse de algún chisme, anécdota o historia interesante si a la musa se le apagó el candil.
2. Hallar ideas en textos leídos o en murmullos de musas descarriadas.
3. Tener en cuenta algún conflicto de la realidad.
4. Pensar y armar una historia, especialmente, cuando uno está por dormirse o recién se despierta.
5. Adormilado, seguir tejiendo disparates para armar una historia, el subconsciente puede ser de gran ayuda cuando se agote la fantasía.
6. Ponerse a escribir un día nublado o lluvioso, cuando uno se siente más retraído y cobijado por las nubes y el frescor ambiental.
7. Buscar papel borrador, chupar el lápiz para extraerle alguna idea traspapelada, afinarle la punta para estar filosos, tener la goma a mano y el infaltable matecito. Si hace mucho frío, prender la estufa; en caso contrario refrescar con aire acondicionado o ventilador para que las neuronas no se congelen ni se derritan.
8. Dejarse hipnotizar por la página en blanco y escribir cualquier cosa… ¡la llamada escritura automática!
9. Llenar varias hojas con el producto textual que se tejió.
10. Esconder el chisme o la historia verídica para que nadie la reconozca como tal con un disfraz de palabras y recursos. Luego comentarán los lectores cualquier cosa y uno pensará: “Si supieras de dónde saqué esta idea, te da un patatús” Mientras uno se siente desnudo y como un ladrón, nadie reconocerá el génesis de ese producto terminado; salvo algún psicoanalista descarriado.
11. Releer, releer y seguir encontrando incoherencias para corregir. [En este caso no me animaré a releer porque tendría que borrar todo… ¡Sólo a Cortázar se le ocurrió convertir en literatura las instrucciones inútiles!]
12. Dejar estacionar el texto para que se añeje como un escabeche de musas rebeldes en alguna carpeta con otros textos dormilones.
13. Sacar el cuento, pasado un tiempo prudencial, de ese ataúd con forma de carpeta, resucitarlo y colgarlo junto al monitor.
14. Copiarlo en el Word y seguir corrigiendo.
15. Publicarlo por ahí, en Internet, o darlo a leer a amigos y estoicos amantes de las letras.
16. No tener cobardía por semejante resultado y mandarlo a algún concurso local, regional, provincial, nacional u otro.
17. Con el tiempo exclamar con sorpresa: “¡¿Esto lo escribí yo?! ¡Qué pavadaaaaaa!”
*musa: Yo no tengo la culpa de que los mitos, la lengua y la religión se originaron en épocas tan machistas. Las escritoras pueden invocar a los musos, que la mitología no registra, pero en esa época era impensable que las damas se dedicaran a estos quehaceres.
Aclaración: Incorporación de musas después de haberlas citado Francisco Lendoiro (yo soy un poco escéptica). Éstas son instrucciones a seguir (como las de los Manuales de instrucción), no son ni quieren ser decálogo extenso... jeje
Marta Alicia Pereyra
Morteros, 06 y 08-03-08
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