BIENVENIDOS A "LIBELULARIAS" CON LOS TEXTOS LITERARIOS DE MARTA ALICIA PEREYRA BUFFAZ.

Iniciado el sábado 4 de octubre de 2008 en la ciudad de Morteros, provincia de Córdoba, República Argentina y aquí continúo.

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martes, 18 de noviembre de 2008

117. LA MÉDICA


"La médica" de Florencio Molina Campos
(Bs. As. 21 de agosto de 1891 - id. 16 de noviembre de 1959)
fue un dibujante y pintor conocido por sus típicos
dibujos costumbristas de la pampa argentina.



En el rancho de Pancho Amesa, allá por Colonia Oscuridad, estaba la Clorinda con su preñez madura cuando sintió los primeros anuncios del parto. Con su compañero, el Rufino, habían estado bailando un chamamé hasta un rato antes. Ya había llegado el momento de que el Rufino se fuera a buscar a la médica del pueblo de San Pedro.
Todo el día había hecho un calor espantoso y se venía la tormenta desde el sur. Tal vez, a la noche, los refucilos escriban telegramas en el cielo borrascoso.
Esta curalotodo se encargaba del mal de ojo, de la pata de cabra, del empacho y de todos los males habidos y por haber; también, recibía con sus manos milagrosas a los recién nacidos. Doña Remedios, tal era su nombre, al que le hacía honor, era una mujer de edad indeterminada y cuerpo esmirriado, siempre seria y concentrada en la curación de los males de sus pacientes.
—Ya vienen andando en el sulky de Doña Remedios —dijo el Críspulo, hijo mayor de Don Pancho, que los había visto por el camino central de la colonia.
Al rato, llegaron. El Rufino le atajaba las gotas que comenzaban a caer desde un nubarrón negro y gordo de lluvia, con un paraguas que alguna vez había sido negro. Ella había atado su yegua al sulky y la perseguía su potrillo siguiéndole las pisadas. Como agregado y testigo se había sumado el pichicho insignificante de la médica, apodado Cimarrón.
Justo cuando llegaron a la pulpería convertida en Maternidad por las circunstancias y antes de que Doña Remedios pusiera un pie en el estribo, se oyó un largo llanto de niño: había nacido el tercer hijo de la Clorinda.
La médica iba a terminar pronto y le quedaría tiempo para curar unas vacas del Rosendo que tenía el campo a dos leguas de allí.
—¡Ojalá sea un machito! —exclamó el Rufino.
—Por el grito, debe ser otra chancleta— agregó la médica.




Marta Alicia Pereyra
Morteros, 02-12-05

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