
Encontré al lorito Polidoro
en una academia de Comodoro.
Para colmo, estornudaba de frío
porque el clima era para un resfrío.
El viento galopaba por la ciudad
y lo despeinaba... ¡Qué calamidad!
Iba a clases de declamación
y nunca recordaba la lección.
La profesora era una lora
que se hacía llamar Aurora.
El lorito, poemas no recordaba
y una pluma azul se le encrespaba.
Como tenía mala dicción,
tomó clases de pronunciación.
A un curso de canto, también asistió
y este rey de la charla nada aprendió.
De tantas lecciones, cansado ya estaba
y nadie lo aguantaba cuando se ejercitaba.
Un día, don Clavileño, el dueño de Polidoro,
por tanto trala-la-la-lá amenazó al loro.
Polidoro practicaba con un chihuahua
y... ¡Don Clavileño le tiró con agua!
El ave quedó parecida a un pato
y estuvo mojada un largo rato.
Cuando articuló una palabra...
¡Mágicamente cantó!...¡Abracadabra!
Don Clavileño no podía creer lo que oía:
¡Cantaba como un ángel, Pavarotti parecía!
Llegó la lora Aurora, lo aplaudió
y don Clavileño se emocionó.
Pero... el milagro llegó a su fin:
las plumitas se le secaron al serafín.
Y como empezó, terminó el concierto y...
¡todos quedaron con los ojos abiertos!
Ahora, cada vez que quieren oír al cantor,
lo bañan a Polidoro y se convierte en tenor.
¡Qué agua milagrosa, lorito concertista!
¡Mojas tus plumas y te conviertes en artista!
MORALEJA: Un buen baño a tiempo
nos mejora y nos da aliento.
Marta Alicia Pereyra
Morteros, 21-07-03
1 comentario:
¡Estás solo, mi lorito!
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